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Tamara De Lempicka, La Baronesa del Art Déco

(Artishock, 22/06/2025) – Con retratos que destilan una elegancia sofisticada y una sensualidad enigmática, Tamara de Lempicka (1894–1980) se consolidó como una de las figuras más emblemáticas del Art Déco. Su obra capturó como pocas el glamour y la vitalidad del París de la posguerra, así como el aura teatral de las estrellas de Hollywood.

Concebida por Gioia Mori —una de las principales expertas en la obra de Lempicka— y Furio Rinaldi, curador del Museo de Young de San Francisco, esta primera gran retrospectiva dedicada a la artista en Estados Unidos explora tanto su estilo inconfundible como su vida poco convencional. Lempicka se casó dos veces con hombres influyentes, sostuvo relaciones amorosas con otros, y manifestó con igual libertad su atracción por las mujeres.

Tras su presentación inaugural en San Francisco en 2024, la exposición Tamara de Lempicka puede visitarse en el Museo de Bellas Artes de Houston (MFAH) hasta el 6 de julio de este año. La muestra reúne más de 90 pinturas y dibujos que recorren la evolución de la artista, desde sus primeras composiciones poscubistas y su etapa de madurez en el efervescente París de los años veinte, hasta los retratos y desnudos que la consagraron en la década siguiente, sin dejar de lado los bodegones e interiores cargados de melancolía que realizó en los años cuarenta.

“Tamara de Lempicka conquistó París en la década de 1920 con pinturas que fusionaban el clasicismo con el alto modernismo; algunas de ellas son consideradas hoy entre las obras más representativas del Art Déco”, comenta Gary Tinterow, director y presidente del MFAH. “Sus brillantes retratos y estudios de figuras cautivaron rápidamente la imaginación popular en Europa y Estados Unidos. Sin embargo, su carrera fue eclipsada por la Segunda Guerra Mundial. Hoy, su obra vuelve a ocupar un lugar central, tras haber sido celebrada, ignorada y redescubierta durante casi un siglo. Estamos enormemente satisfechos de presentar esta mirada reflexiva, que contribuirá a consolidar una mayor apreciación de la visión singular de Lempicka”.

La exposición traza la trayectoria artística y vital de Lempicka en el contexto de los grandes acontecimientos históricos del siglo XX. Nacida como Tamara Rosa Hurwitz en Polonia, en una época marcada por un virulento antisemitismo, aprendió desde muy joven a ocultar su origen judío. En 1916 se casó con el aristócrata polaco Tadeusz Lempicki y poco después la pareja se instaló en San Petersburgo. Sin embargo, la Revolución Rusa los obligó a huir a París, ciudad que se transformaría en el epicentro de su carrera artística.

Ante la necesidad urgente de sostenerse económicamente, Tamara decidió convertirse en pintora. En 1922 presentó por primera vez sus obras en el Salon d’Automne, firmando bajo el pseudónimo masculino de “Monsieur Łempitzky”, una estrategia calculada en un entorno dominado por jurados, críticos y coleccionistas mayoritariamente masculinos, poco dispuestos a promover a mujeres artistas. Con el tiempo, a medida que su carrera se afianzaba y sus obras comenzaban a exhibirse en ciudades como Milán, adoptó la firma con la que sería conocida internacionalmente: Tamara de Lempicka.

Sus primeros retratos comenzaron a incorporar figuras de género fluido. Las mujeres aparecían representadas con una frialdad vigorosa y una actitud asertiva, mientras que los hombres eran retratados con una carga erótica inusual en el género. Entre sus modelos se encontraban miembros de la intelectualidad parisina, la nobleza italiana y aristócratas exiliados que, como ella, habían dejado atrás un mundo privilegiado tras la Revolución de Octubre. Lempicka confería a sus retratados la elegancia formal de la pintura manierista italiana y del neoclasicismo francés, reinterpretando estas referencias históricas desde un lenguaje pictórico moderno, depurado y estilizado.

Durante los años veinte y treinta, sus musas y amantes —entre ellas la poeta Ira Perrot y la modelo Rafaëla— ocuparon un lugar central en su obra. Sin embargo, ninguna figura aparece con tanta frecuencia como Ira Perrot, el vínculo afectivo más duradero de la artista. Lempicka la conoció poco después de llegar a París, y su amistad íntima se extendió por más de una década. De figura esbelta, ojos verdes y cabello caoba, Perrot fue retratada en al menos ocho pinturas, además de varios dibujos.

En el París de entreguerras, la ciudad ofrecía a lesbianas y mujeres bisexuales un nivel inédito de reconocimiento social y libertad de expresión. Orgullosa de su independencia, Lempicka declararía más tarde: “Vivo al margen de la sociedad. Y las reglas de la sociedad normal no corresponden en los márgenes”.

El desnudo femenino, tradicionalmente reservado a la mirada masculina y concebido como objeto de su placer, se convirtió en el género mediante el cual Lempicka logró insertarse en los círculos académicos patriarcales y obtener el reconocimiento de la crítica, el público y una clientela liberal.

Sus desnudos se caracterizan por una representación audaz de la sexualidad femenina. En abierta oposición a las convenciones del siglo XIX, rechazó los arquetipos idealizados de odaliscas, bañistas o heroínas mitológicas que dominaron la obra de artistas como Ingres o Renoir. En su lugar, eligió figuras contemporáneas que situaba en escenarios modernos, muchas veces urbanos, donde el cuerpo femenino se afirmaba como sujeto activo de su propio deseo, celebrando sin pudor su potencia erótica.

Thérèse Bonney, Tamara de Lempicka trabajando en el retrato «Nana de Herrera», c. 1929, impresión en gelatina de plata. © Los Regentes de la Universidad de California, Biblioteca Bancroft, Universidad de California, Berkeley.

Hacia 1930, Tamara de Lempicka había perfeccionado un estilo pictórico fresco, luminoso y altamente reconocible. Sus retratos encarnaban lo que la prensa de la época denominaba “la mujer moderna”, en un contexto en el que las mujeres comenzaban a disfrutar de mayores libertades sociales y económicas.

La moda tuvo un papel clave en esta representación. Desde principios de los años veinte trabajó como ilustradora, diseñando portadas para revistas femeninas como la alemana Die Dame (La Dama), y en sus cuadros capturó con aguda precisión la diversidad de prendas que definían la época: desde vestidos de inspiración clásica hasta las más recientes tendencias en indumentaria deportiva.

En 1939, su segundo matrimonio con el barón austrohúngaro Raoul Kuffner-de Diószegh —quien le otorgó el título de “baronesa Kuffner”— marcó el inicio de una nueva etapa. Ese mismo año, ante la inminente invasión alemana de París, la pareja emigró a Estados Unidos. Instalados primero en Nueva York y luego en Los Ángeles, Lempicka trató de relanzar su carrera artística, reformando tanto su estilo como su imagen pública. Pintora de la vida cosmopolita europea, exigía ahora ser llamada “baronesa Kuffner” y se presentaba ante el público estadounidense como heredera de la gran tradición pictórica de Europa.

Este giro también se reflejó en su temática. Ya en la década de 1930, frente al crecimiento del antisemitismo en Europa, Lempicka había comenzado a incorporar temas religiosos, a menudo inspirándose directamente en los maestros flamencos e italianos. En su nueva vida en Estados Unidos, esta línea se acentuó, y el interés por ocultar sus orígenes judíos pareció influir en esa decisión.

Tras la Segunda Guerra Mundial, Lempicka dividió su tiempo entre Nueva York, París y Houston, donde se había establecido su hija, Kizette, que fue retratada en sus obras en diversas etapas de su vida, desde su primera comunión hasta en su adolescencia. Estos retratos le valieron a Lempicka su primer reconocimiento crítico. Sin embargo, su vínculo con Kizette estuvo marcado por tensiones profundas.

La maternidad —vista por la artista como un obstáculo para su independencia y ambiciones profesionales— la llevó a enviar a su hija a un internado, y en años posteriores incluso solía presentarla como su hermana menor. A pesar de todo, Kizette permaneció cercana, y con el tiempo se convirtió en una figura clave para la preservación de su legado. Ayudó a catalogar su obra, organizó exposiciones y, tras la muerte de su madre, publicó la primera biografía autorizada: Pasión por designio: El arte y las épocas de Tamara de Lempicka (1987).

Tamara de Lempicka, Joven en verde (Joven con guantes), c. 1931, óleo sobre tabla, Centro Pompidou © 2024 Tamara de Lempicka Estate, LLC / ADAGP, París / ARS, Nueva York.

Aunque su obra fue objeto de algunas exposiciones en Estados Unidos —como la organizada en 1941 por Julien Levy, que se presentó en Nueva York, San Francisco y Los Ángeles—, la crítica fue implacable. Los medios la calificaron como “la baronesa de brocha gorda”, y su obra pasó prácticamente desapercibida. Tampoco tuvo mejor suerte en París, donde sus intentos por volver a insertarse en el circuito artístico fracasaron. Para entonces, su estilo ya era considerado pasado de moda, y su producción se redujo considerablemente en las décadas de 1950 y 1960. Durante este largo período de silencio, Lempicka se retiró casi por completo del mundo del arte.

El resurgimiento llegó inesperadamente en 1972, con una gran exposición retrospectiva en la Galerie du Luxembourg de París, dedicada a sus obras realizadas entre 1925 y 1939. La muestra desató un renovado interés por su producción art déco y devolvió a Lempicka a la escena pública. Aquel redescubrimiento fue apenas el inicio de una revalorización más amplia: a partir de la década de 1970, su figura comenzó a cautivar a artistas, cineastas, diseñadores y estrellas de Hollywood, atraídos por la audacia de su estilo y la intensidad de su biografía.

Barbra Streisand, Jack Nicholson y Madonna se contaron entre sus primeros y más fervientes coleccionistas. En el videoclip de “Vogue” (1990), Madonna incluyó retratos de Lempicka, consolidando su lugar en el imaginario pop. Su influencia se ha mantenido viva: su estética elegante y provocadora ha resonado en colecciones recientes de moda —como la línea Otoño/Invierno 2022-2023 de Giorgio Armani Privé— y ha inspirado obras escénicas como Lempicka, el musical escrito por Carson Kreitzer y Matt Gould, que tras su debut en 2018 en California llegó finalmente a Broadway en 2024.

En paralelo, el documental The True Story of Tamara de Lempicka & The Art of Survival reconstruye su vida y legado desde una mirada contemporánea, trazando su trayectoria desde el estrellato internacional en el París de los años veinte hasta su exilio en Estados Unidos y su resurrección en el mercado del arte. Una historia de supervivencia, deseo y estilo que sigue capturando la imaginación colectiva.

Ya en el ocaso de su vida, Lempicka se retiró a Cuernavaca, México. Allí murió en 1980. Según sus deseos, Kizette esparció sus cenizas sobre el volcán Popocatépetl.

La exposición en el MFAH no solo ofrece un recorrido exhaustivo por su obra, sino que también la sitúa dentro de un diálogo más amplio con el diseño moderno y la cultura visual de su tiempo. La muestra se complementa con fotografías de la artista, una selección de piezas del acervo permanente del museo y préstamos clave del Museo de Young, entre ellos dibujos de André Lhote, mentor de Lempicka. Aunque fue su maestro en los primeros años, ella no tardó en superarlo, combinando una aguda sensibilidad analítica con un marcado interés por la sensualidad de sus modelos y una clara conciencia de las vanguardias europeas.

“Con un sentido innato del estilo, la moda y el diseño, y un ojo inventivo para los detalles, Tamara de Lempicka comprendía profundamente el poder de la imagen y la fama”, señala Alison de Lima Greene, curadora encargada de la coordinación de la muestra en Houston. “Ferozmente inteligente y sin complejos, se presentaba al mundo al modo de las estrellas de cine: posaba en su estudio vestida con la última moda, controlando cada aspecto de su imagen pública”.

Además de los aportes curatoriales de Furio Rinaldi y Gioia Mori —quienes han sacado a la luz documentos y dibujos inéditos, así como aspectos poco conocidos de su biografía—, el catálogo de la exposición incluye un prefacio de Barbra Streisand, un homenaje de Françoise Gilot y ensayos de Laura L. Camerlengo sobre la mujer moderna en la moda y de Alison de Lima Greene sobre la recepción de Lempicka en Estados Unidos. El proyecto ha contado también con la colaboración generosa de la familia de la artista, cuyos archivos resultaron fundamentales para esta nueva y necesaria relectura de su obra.


Artishock, 22/06/2025 – Tamara De Lempicka, La Baronesa del Art Déco