(María Cantó, El Español, 30/05/2025) – Ahora mismo, si hay alguien capaz de elevar el nivel del festival al que vaya, esa es Amaia. La cantante pamplonica lo demostró anoche en el Tomavistas, con el show con el que está presentando su último disco, Si Abro Los Ojos No Es Real.
Sus directos son tal despliegue de naturalidad —nadie hace esos bailes de patio de colegio como ella—y virtuosismo—cambia el piano por el arpa y por la guitarra como si nada— que la han consagrado como una de las mejores artistas de su generación y, este verano, el plato fuerte de todos los festivales.
Porque, aunque el espectáculo que ofreció en Tomavistas no difiere demasiado del que ya presentó en el Movistar Arena y será el mismo con el que recorra España todo el verano, sigue mereciendo la pena quedarse a escuchar su versión de La Tarara, dejarse emocionar, una vez más, con Ya está, ese homenaje a su abuela fallecida, y disfrutar de Tengo un pensamiento, una de las mejores canciones de su tercer álbum.
Pocos artistas consiguen acallar el ruido de los festivales y Amaia es una de ellas. Donde vean aparcado su particular y divertido camión de gira, ahí estará la cita imprescindible del cartel.
Al menos lo fue en este primer día de Tomavistas, que, como ya es tradición, dio ayer el pistoletazo de salida a la temporada festivalera estival de la capital en plena ola de calor, que hizo que conciertos a primera hora de la tarde, como el de María José Llergo o Barry B, quedaran bastante deslucidos.
El artista burgalés ya es algo más que una promesa del género urbano. Tras años bajo el ala del colectivo Rusia IDK, fue con su canción Yo pensaba que me había tocado Dios, la más coreada del concierto, lo que le puso en órbita a mucha gente.
Y todo apunta a que aún llegará a más público con su reciente colaboración en el último disco de Aitana.
Mucha gente tuvo que refugiarse también en la escasa sombra de la Caja Mágica para disfrutar del show de Llergo. La cantante presentó Ultrabelleza, su último disco, una fusión de flamenco contemporáneo y electrónica que reivindica lo bello en la diferencia.
La artista cordobesa supo defenderse del calor con personalidad, cercanía y vozarrón ante los valientes de las primeras filas. Me miras pero no me ves, esa canción sobre la pérdida de la inocencia sobrecoge también en directo.
Más suerte tuvo Pablopablo, quien pudo presentar su recién sacado álbum debut, Canciones en Mí, resguardado del sol abrasador.
En su novena edición, la segunda celebrada en la Caja Mágica, el festival madrileño echó mano de un escenario cubierto, y alejado de los otros dos principales, para acoger algunos de los conciertos.
Decisión útil a primera hora de la tarde, engorrosa una vez llegada la noche, ya que hizo que el recinto quedase grande para los escasos 5.000 asistentes del primer día.
Sea como fuere, este escenario permitió disfrutar más del intimismo de Pablo Drexler, que salió al escenario acompañado solo de guitarra, teclados y un saxofonista, y que llegara a mucho más público.
El músico dedicó a su padre, el célebre cantautor uruguayo Jorge Drexler, presente entre el público, la canción Las Tuyas: “Papá, toqué mis canciones / Pero no ha funcionado ninguna / La próxima vez que me llamen / Me canto las tuyas”, cantó el joven, que también sorprendió al invitar al escenario a Ralphie Choo para interpretar juntos su colaboración Eso Que Tú Llamas Amor.
La recta final del día estuvo protagonizada por artistas femeninas—esta es una de las ediciones más paritarias del festival—. La rapera Jimena Amarillo, que no dudó en quejarse de ser definida simplemente como la artista que hace “música para lesbianas”, actuó en una de las franjas horarias doradas del festival con un show que no merecía ese lugar privilegiado.
La decisión —consciente, según explicó— de prescindir de la banda para presentar Angélika, su último disco, no resultó acertada.
En cambio, anoche en el Tomavistas se pudo ver la gran evolución de Judeline, artista que alumbró uno de los discos más originales de 2024, Bodhiria, aunque su poca presencia escénica había sido hasta ahora una de sus principales carencias.
Se nota que Lara Fernández ha ganado tablas y confianza sobre el escenario, y el haberse rodeado de un cuerpo de baile — algo excéntrico en momentos— ha tenido mucho que ver.
Sensual y dominante, la cantante gaditana interpretó sus hits: Zarcillos de plata, Mangata, Canijo, y se arrancó a cantar su versión de La tortura de Shakira.
Aunque el derroche de poderío en el escenario llegó con la reina del rap español. Mala Rodríguez, que vino a celebrar los 25 años de su primer álbum, fue la encargada de culminar la primera jornada del festival.
La Mala hizo gala del repertorio de Lujo Ibérico, rara avis que marcó un que marcó un antes y un después en la música urbana española. “Esta canción es muy vieja, tiene 25 años, pero yo la canto como si fuese ayer”, dijo sobre Tengo un trato.
Con descaro, chulería y rodeada de un cuerpo masculino de baile, la rapera también interpretó las canciones de otro de sus mejores discos Bruja (2013): Caja de Madera, Lluvia o Quien Manda.
Como ya hizo en el Viña Rock, la rapera invitó al público a subir al escenario para bailar Tambalea, aunque en esta ocasión solo se permitió la entrada a una decena de personas, lejos de la veintena del festival manchego.