(Violeta Méndez, Arte al Día, Septiembre 2025) – En esta entrevista, la artista tucumana habla sobre sus inspiraciones, propósitos y vínculos con el público. Sobre belleza, azar e ironía. Sobre materiales y palabras. Sobre comunidad.
Lucrecia Lionti (1985, Tucumán) habla desde su saber y el heredado. Al igual que sus obras –claras para el ojo, pero intensas para el cuerpo– sus palabras son suaves al oído pero hondas para el espíritu. Su trabajo es bello y fresco, denuncia. Latinoamericano. Se presenta en él la historia del arte y las prácticas artesanales. Combina materiales de origen industrial y artesanal, como lana de oveja, hilos sintéticos, plástico y papel, en donde se activa no solo el vínculo con las labores históricamente vinculadas a las mujeres, pero también con los movimientos políticos subalternos. Participará este 12 de septiembre en el FORO de Pinta Asunción, donde hablará sobre Arte, comunidad y reflexión.
Este año exhibiste Fabril la mirada en Malba, tu primera exposición individual en un museo, ¿Cómo fue esa experiencia?
Fue impresionante todo. Lo que más me quedó fue haber llegado a muchísima gente a la que antes no hubiera alcanzado. Recibí a través de internet muchos mensajes de madres que habían ido con sus hijas, de amigas, chicas jóvenes que se acercaron al tejido, a las técnicas. Fue la primera vez que sentí que conectaba con un público de una manera tan grande.
Para la exposición trabajamos de forma muy cercana con la curadora Carla Barbero, quien decidió traer de años anteriores algunas piezas que fueron claves para el recorrido. Era una exposición bastante cruda y austera; las paredes estaban pintadas de gris, los collages trabajados de una manera muy precaria, y había textos en donde reflexionaba sobre lo que pensaba que era el arte o economía de Argentina en ese momento.
Se trataba de una exposición compuesta por diez textiles, y me gustaba pensar que cada espectador pudiera imaginarlos de la forma que quisiera. Partí de una especie de moldería de mangas de brazos abiertas, de exagerado tamaño, porque venía pensando cuántos pares de brazos necesitaba para para seguir tejiendo, para seguir trabajando. Siempre hablo del arte y el mercado, me pongo en el medio: no soy una máquina, soy una persona y los tiempos del sistema del arte son muy veloces. Entonces un poco partió este desprendimiento de los brazos, hacer estas formas que también son geométricas, abstractas. Algunas personas llegaban a ver lápidas o sarcófagos. Coqueteaba con la idea de que la imagen pudiese ser varias cosas al mismo tiempo. Luego de la instalación, te encontrabas con un textil que decía “Cuide la vanguardia”. Y suspendido en el espacio había un gran pizarrón de tela que estaba en caída. Se llama Pizarrón en caída.
El pizarrón se repite en tu trabajo, como también distintas referencias a la educación plástica. ¿Por qué es importante para vos traer ese universo educativo a tu obra?
Yo soy hija de mi madre licenciada en artes plásticas, maestra de primaria de dibujo toda su vida, mi abuela también. Vengo de una generación de mujeres docentes. Muy ligado al arte, pero sobre todo a la educación.
Empecé trabajando con carteleras en papeles, un poco haciendo lo que ellas hacían, el docente de plástica que recibe tareas como hacer las carteleras del día de la bandera o el día de la escarapela. Entonces, yo tomé desde la infancia algo de esa iconografía y forma. Y a lo largo de los años fui trabajándola de una manera más compleja, porque si bien es una imagen muy reconocible para muchas personas, que llega de una manera muy directa, yo puedo utilizarla para decir cosas más complejas.
La imagen del pizarrón es un objeto que me resulta universal. Si bien fue cambiando el tipo de pizarras que se usan en las instituciones, hay algo de la imagen del pizarrón color negro o el pizarrón color verde con tiza. Pizarrón en caída está hecho de tela negra y está pintado con óleo pastel. Un poco es la metáfora de la educación en caída, del paso del tiempo, de cómo se van deteriorando algunas instituciones. No como sentido crítico solamente, sino también como una especie de evocar nostalgia. El pizarrón tenía pintado algunas escrituras relacionadas a las obras de la exposición, diagramas de dibujo, había un poco de todo. Clases de historia del arte, cosas que escuchaba en la radio, una especie de palimpsesto de cosas que ocurrieron durante el tiempo de trabajo.
En tus piezas, donde se combinan textiles, cartones, bordados y palabras, parece haber un juego entre belleza y crítica, algo que me hace acordar a artistas latinoamericanas modernas y luego a las contemporáneas. ¿Cómo construís esa tensión entre lo estético y lo irónico, incluso lo ácido?
Creo que es un trabajo que requiere mucha concentración, donde siempre intento equilibrar la materialidad y lo formal, la técnica, lo que hago con mis manos, para que todo esté en la misma línea que lo reflexivo y el pensamiento. ¿Por qué pongo el color que pongo? ¿Por qué elijo este material? Entonces, algo de ese ir y venir entre el concepto y la materia formal me llevan a tomar decisiones, entre cómo se lee, cómo suena, qué significa, cómo se ve escrita. En algunas piezas está más evidente, en otras casi que no está tanto porque me relajo un poco, pero intento que el trabajo material de la técnica y lo manual y lo formal esté muy acompañado del pensamiento.
Ese sentido que está por detrás, es uno que incluso a mí se me escapa y muchas veces tampoco entiendo bien qué es lo que estoy queriendo decir. Me gusta la idea de no entenderlo del todo, porque lo estoy expresando a través del arte, y eso siempre deja un espacio para el error. Y ese sentido me gusta lanzarlo y que la gente lo agarre y lo complete con lo que desee. Me gusta que el objeto un poco esté para eso, para generar sentidos, más sentidos que el que yo quiero decir.
En varias de tus piezas aparece la palabra bordada, recortada, pintada, cargada de consignas sociales o reflexiones. ¿Qué significa para vos darles cuerpo y materialidad a las palabras dentro de tu obra?
Primero la cortaba en papel, la pegaba tipo collage. Después pinté las letras. En otra instancia, cuando el papel se deterioraba, se despintaba o era muy frágil, pasé a la tela. Después pasé a bordar las letras, un proceso que implica detenerse más. En este momento me encuentro tejiendo las palabras. Y es en el tejido —que, etimológicamente, también remite a la palabra ‘texto’, entendida como trama— donde encuentro un momento de máxima complejidad. Tejer la letra implica casi cortarla para extraerla. Hay algo en ese gesto que, al menos por ahora, me resulta fascinante. Me siento muy entretenida haciéndolo. Las palabras siempre estuvieron presentes.
A primera vista, muchas de tus obras parecen espontáneas y frescas, pero hay algo pensado en cada decisión. ¿Cómo se equilibra en tu proceso el azar con la planificación?
Creo que cuando uno produce nunca detiene la cabeza, los ojos. Hay algo que es como tomar imágenes de momentos espontáneos que uno ve en una combinación de colores, por ejemplo, en un contexto que no tiene nada que ver con estar en el taller, que quedan un poco en uno y después se vuelcan en el momento de hacer el dibujo, el boceto.
A mí me parece muy inspirador el mundo de las ciudades, las gráficas de las ciudades, sobre todo de los pueblos. Viajo muy seguido a Tucumán y cuando visito algunos pueblitos o algunos barrios, hay algo en la gráfica de los carteles del almacén de barrio, de los lugares que son hechos a pulmón, que tienen una soltura que captan mi atención. Por ejemplo, una letra que es muy deforme al lado de un color que nada que ver, hay algo de eso que a mí me resulta muy inspirador.
Creo que hay muy poco de premeditación, en el sentido de que hay un boceto, una idea, entonces yo sigo algunos planes, pero muchas otras cosas tienen que ver con lo que casual. Lo fresco está cuando no hay barreras en mi propia ley.
A través del arte, de las obras que hago, quiero dejar mis pensamientos de lo complejo que es el mundo y vivir, y en algunos casos las obras son más intimistas y han sido más sensibles en relación a cómo vivo. ¿De qué manera puedo seguir viviendo? No tan solo hablando de lo económico, que me gustó mucho hablar de lo económico, sino también de lo sentimental, que es muy universal sufrir, sufrir por amor, sufrir por la existencia. En otros momentos he hablado sobre las cosas complejas que veo que suceden; uno puede compartirlas en una conversación o en Twitter, pero si esta obra lleva ese pensamiento mientras ocurre, tengo mucha confianza de que, en algún momento futuro, se podrá leer y comprender. Por eso hay algunas que son un poco más pesadas en cuanto a qué es lo que quise decir y otras me generan más liviandad. El placer de hacer por hacer. Tejer por tejer, pintar por pintar.
Tus trabajos son sensibles al contexto y presentan sus denuncias. Vivimos en un contexto marcado por la urgencia ¿Creés que ese clima afecta tu manera de producir arte?
Estoy constantemente tomando cosas de la realidad actual; lo hacía hace diez años y lo hago ahora. Claro que me afectan, en el sentido de que me dan material para trabajar. Por ejemplo, todos los gobiernos me han dado tema, pero no porque yo sienta que deba tomar partido. Supongamos, en relación a lo mal que está el país o a cómo vive la gente: lo sentí hace diez años, hace quince, y lo sigo sintiendo ahora. Obviamente, yo fui creciendo, mi vida cambió, e intento pensar esas cosas con más madurez, pero sí, claro que me influyen.
También reflexiono mucho sobre lo que pasa actualmente con la tecnología y la inteligencia artificial. Me impactan y, al mismo tiempo, me inspiran a querer hacer algo cada vez más matérico, más manual, más alejado de la pantalla. Aunque me encantan las redes, disfruto generar un objeto que se pueda ver en vivo, porque una foto lo muestra, pero no es lo mismo que acercarse y ver la puntada, el hilo, el color. Entonces, por ejemplo, las nuevas tecnologías me fascinan, pero no porque quiera subirme a ellas para hacer lo mismo, sino porque me hacen pensar en una especie de resistencia: reafirmar que la manualidad, la artesanía, lo matérico, siguen existiendo.
Dentro de poco vas a participar en el FORO de Pinta Asunción, un conversatorio sobre Arte, comunidad y reflexión.
No me considero una especialista en el tema de trabajar con comunidades; sería una farsante si dijera que lo soy. Estoy muy cercana a las comunidades y soy muy crítica respecto de ciertas cuestiones. Uno de los temas que veo en el arte contemporáneo es el arte de las comunidades y la artesanía, que celebro hasta cierto punto, pero es algo sobre lo que todavía estoy reflexionando. Hay un sector del arte, quizás galerías o curadores internacionales, que lo perciben como algo muy lejano o lo ven con un enfoque muy exótico y mainstream. Pienso que el tema es el capital: hay algo en lo descarnado del dinero y en la economía compleja de las comunidades que nos pide hacer quizás más trabajo. Me gustaría que todo fuera un poco más genuino, respetuoso y responsable, creo que podría abordarse de manera más profunda.