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David Lynch, un genio inmortal

(Artishock – Alejandra Villasmil -16/01/2025) – A veces creemos que ciertos genios son inmortales. Pensamos que las mentes y almas, corazones y obras que han influido profundamente en nuestra percepción del mundo, que han moldeado nuestra manera de comprendernos a nosotros mismos, no pueden desaparecer de esta faz. ¿Qué mundo imaginamos sin las distorsiones de aquello que percibimos como real, los descensos a lo oscuro y las elevaciones de conciencia que David Lynch nos regalaba con cada palabra, imagen y sonido? Para muchos, en este plano, Lynch es inmortal.

Hoy, con su partida física a los 78 años, podríamos revivir en nuestros pensamientos y en nuestras vísceras el sacudón sensorial de sus películas. David Lynch, quien nos enseñó a mirar más allá de las apariencias, a sentir el vértigo de lo desconocido y a abrazar la belleza de lo extraño, «deja un vacío palpable en el mundo ahora que ya no está con nosotros», tal como expresó su familia al anunciar su muerte. Pero, como él diría sabiamente, en la vida hay que «centrar la mirada en el donut, no en el agujero».

Nacido en Missoula, Montana, Lynch comenzó su camino como pintor, deambulando desde temprana edad por los rincones más oscuros y oníricos del inconsciente humano. Con el transcurso de los años, su universo creativo se expandió, abarcando no solo la pintura, sino también la publicidad, el cine, la fotografía, la música electrónica, el podcasting e incluso el diseño de mobiliario.

Sin embargo, fue en el cine donde su visión radical impulsó un replanteamiento de las posibilidades del lenguaje audiovisual como medio para contar historias. La mayoría lo asocia con sus películas más emblemáticas, como Blue VelvetThe Elephant ManMulholland Drive o la serie de culto Twin Peaks, pero lo cierto es que Lynch nunca abandonó su práctica como artista visual, desde la cual todo su trabajo ha germinado.

Su obra plástica comparte el mismo linaje inquietante que define su cine: paisajes perturbadores, texturas viscerales y una obsesión por lo grotesco como reflejo de las emociones humanas más complejas. Elementos de horror, cine negro, misterio y surrealismo clásico europeo impregnan todo un imaginario visual que encarna la profunda verdad de una de sus afirmaciones: «El arte no cambia nada, el arte te cambia a ti». Una declaración que resuena poderosamente en el impacto transformador de su trabajo sobre quienes lo experimentan.

Cuatro veces nominado al Oscar, Lynch recibió en 2020 un premio honorífico por su trayectoria que reconoce su inmenso impacto en el competitivo mundo cinematográfico. Durante ocho años, publicó una tira cómica titulada The Angriest Dog in the World en el Los Angeles Reader. Su característico humor negro también se reflejaba en sus informes meteorológicos diarios, transmitidos primero en la estación de rock Indie 103.1 de Los Ángeles y luego en YouTube.

Practicante devoto de la meditación trascendental desde la década de 1970, Lynch fundó la David Lynch Foundation para promover esta práctica, organizando conciertos benéficos con estrellas como Paul McCartney y Ringo Starr.

En 2007, su exposición retrospectiva The Air is on Fire, presentada en la Fundación Cartier en París, abrió una ventana única a su universo creativo más allá del cine. Las piezas exhibidas –pinturas, fotografías, dibujos y esculturas– dialogaban con su trabajo fílmico, revelando a un artista profundamente involucrado en desentrañar las capas ocultas de la vivencia humana.

La muestra reconstruyó sus memorias de infancia, fantasías juveniles y preocupaciones adultas. El tema recurrente del hogar, con su potencial lado siniestro, se materializó en pinturas oscuras con mensajes crípticos y texturas orgánicas. Más allá de esto, el sentido del humor excéntrico de Lynch permeaba incluso los temas más sombríos, eco del agudo alivio cómico presente en sus trabajos cinematográficos más inquietantes. Su fotografía, en tanto, capturaba atmósferas que oscilaban entre lo sensual y lo ensoñador, hasta lo sombrío y perturbador.

En una ocasión dijo: «La oscuridad es importante. Si nunca has visto la oscuridad, nunca aprenderás realmente a apreciar la luz». Hoy creemos que Lynch está sumido en el lado oscuro del mundo que conocemos. Pero lo que está operando en este minuto es una alquimia: su fundición con la luz de la eternidad. Este maestro es, ahora, como una diminuta partícula flotando en un todo mayor e inconmensurable. Nos susurra que ha llegado la hora de enfrentarnos a nuestras propias sombras y cuestionar las verdades que creemos inmutables, las realidades que damos por sentadas.

David Lynch fue un creador de universos posibles e imposibles, un artista capaz de conducirnos a los recovecos más oscuros y bellos de nuestra compleja y cuestionable mente humana. Su legado nos recuerda que el arte no solo puede ser sublime y reparador, sino también cruel y, cuando menos, desconcertante en sus duras revelaciones.

Artishock – Alejandra Villasmil -16/01/2025 – Elevado a la conciencia eterna: David Lynch, un genio inmortal